Agua de fuego

Prólogo de Ángel Guinda a Instantáneas entre penumbras

El amor es un agua cuyo tempestuoso llover nos bebe, nos lava, nos lleva y hasta nos puede ahogar.

Fran Picón es poeta que, al amar, se come el corazón. Pero antes ha dejado grabadas bellas imágenes en esa bomba roja: “el lienzo de tus pechos”, “la frontera de tu vientre”, “el cristal de la piel”.

Poeta que escribe instintiva, visceralmente: más para sí mismo, expresarse y atraparse, que para comunicarse. Y al escribir ata los instantes para que no se le escapen, para que no le abandonen.

Su poesía es reproducción y representación verbal de intensas manifestaciones sensoriales mediante versos de humildad implacable, tan sencillos que parecen alumbrados con transparencia de inmediatez descarnada.

Por tremendo efecto de las emociones, las palabras son, en estos poemas, llamas de agua que estallan en claridad desde la sangre herida y entusiasta. La palabra como cosa antes que signo de transmisión emocional.

Poesía de exaltación meditativa, poesía de la memoria para quien sabe que vivir es un estado; y la muerte, una actitud con la que encarar el miedo.

Poesía epitelial conectada con el conocimiento como tuétano: “ese poema inconcluso que se escribe con renglones de tu piel”, “tu piel barnizada de caricias” o “…el hueco que deja en el colchón de mi piel”, pese a que “en la piel del deseo se tatúa el olvido”.

Instantáneas entre penumbras  genera una potente complicidad entre poema e ilusión contra la alienación del individuo, contra la ausencia, contra la derrota, hacia la identidad del ser.

Redención del dolor. Salida del mundo por senderos de amor.

                                                                 Ángel Guinda