Fran Picón, la voz de la inocencia

Prólogo de Luis Luna

El aragonés Fran Picón (nacido, por accidente, en Madrid, en 1964) nos entrega ahora su segundo poemario Con la vida a cuestas. Se trata de una amplia selección de poemas que nos hablan de un rebelde, de un indómito, tal vez de un superviviente. Alguien, en definitiva, que se resiste a perder la inocencia, la mirada limpia y esperanzada del niño que no quiere ceder a la hipocresía de los adultos.

Para hacerlo, el autor alza la voz, se desnuda ante nosotros y se expone a la intemperie de la incomprensión más espuria, sin importarle mucho el qué dirán. De ese modo, Con la vida a cuestas supone un doble reto: enfrentarse a la sinceridad más descarnada, por un lado; y, por otro, mirarse en el espejo que el autor nos pone delante de los ojos, un espejo que no teme devolvernos nuestra imagen más indefensa, aquella liberada de las máscaras que edad y rutina nos van poniendo.

La rutina, la servidumbre a una vida anodina y repetitiva donde una aparente perfección encubre la miseria existencial más acusada es precisamente una de las dianas donde los textos apuntan más de frente. La voz poética sabe de lo que habla: denuncia  una y otra vez esa situación, el desgaste de una vida sin esperanza. La perspectiva es, sin lugar a dudas, la del fracasado.

Esto llega a tal punto que Con la vida a cuestas es casi el cancionero de un perdedor, de alguien que para la sociedad es reprobable y que, sin embargo, ha sabido mantener a salvo su capacidad para vivir, ha seguido fiel al sueño de una existencia significante. El autor nos impulsa una y otra vez a disfrutar el instante, el presente; puesto que el pasado supone tan sólo una pesada carga y el futuro es una falacia de la sociedad de consumo. Este “carpe diem” urbano empuja a nuestro protagonista a disfrutar, a abordar el hedonismo desde la perspectiva erótica. Ese erotismo está tratado en todos sus matices: desde el agradecimiento a la paz de la vida conyugal y los hijos hasta el deseo y la aventura de un cuerpo desconocido. Otros textos apoyan ese empuje a disfrutar de la vida. Como un barroco, el autor elogia o nos advierte sobre personas ya fallecidas, seres que, de algún modo, están presentes para el autor y que siguen acompañándolo en su recorrido vital por un entorno gastado y asfixiante.

Picón parece decirnos: ahí está la muerte, disfruten el momento, y, si es posible, háganlo intensamente porque el frío de la soledad y el abandono es demasiado intenso. No se dejen vencer por la rutina y sus oxidados goznes, aunque eso les acerque al peligro.

Entonces, Eros y Thánatos, como principales núcleos temáticos. Sigmund Freud fue quien en sus estudios de la psique humana, descubrió estos impulsos gemelos que hacen que el ser humano actúe y viva. Los nombró siguiendo la tradición de la Grecia clásica. Eros (por el dios del amor griego), es el impulso de amar, el deseo por el otro, y la necesidad de prolongar la existencia mediante la progenie. Por su parte, Thanatos (la muerte) es ese impulso que nos lleva inevitablemente a la muerte y que hace que el dolor y el sufrimiento sean el martirio de todo ser humano. Lo más interesante, es que Eros se encuentra íntimamente ligado a Thanatos, aunque estén en constante pugna en la psique del ser humano. El amor o deseo, el nacimiento y la muerte son experiencias traumáticas en tanto provocan fuertes cambios internos en el sujeto y además, porque construyen al sujeto. Es por eso que el momento del orgasmo es equiparable o comparable con la muerte o con el nacimiento. Es por eso también que para Picón ese momento es central, pero no único.

Una mitología personal acompaña estos núcleos temáticos. El cómic, encabezado por Corto Maltés, nos saluda en muchos de los poemas, haciendo de ese elemento una clave para comprender cierta filosofía que el autor deja traslucir. Un pensamiento fragmentario, disperso, elaborado con frases y diálogos que alguna vez Corto pudo decir o debió haber dicho.

Sorprende también la banda sonora, esencial para desentrañar esa filosofía de la que venimos hablando. La copla, el tango (con sus componentes de desgarro) están presentes a lo largo de toda la colección de poemas, creando una atmósfera desencantada, descreída, incluso “amarga”. Pero también están la rumba o salsa, incitándonos a vivir el momento. Se trata de hacernos bailar al son que marca la voz poética y, al mismo tiempo, hacernos vivir. Una peculiar “verbena” donde sólo los más importantes van quedando, aquellos que el tiempo no nos arrebata y que, de algún modo, bailan a nuestro lado hasta el final de esa noche oscura y mágica que la vida debe ser, según la óptica del autor.

Con la vida a cuestas deviene así en un libro conmovedor, donde los acentos se ponen en el qué se dice más que en el cómo se dice. El estilo del autor es sencillo, descriptivo, de una narratividad que casi podría convertirlo en relato necesariamente fragmentario. Leamos pues estos fragmentos de vida, esta existencia que se nos revela auroral, capaz de asumir en toda su extensión la voz de la inocencia.

Luis Luna, poeta