Prólogo de Felicitas Rebaque al libro «Impronta a dos voces»

Si andamos buscando el alma de las palabras en “Impronta a dos voces” encontraremos todas sus huellas. Podría decirse que este libro es un diálogo profundo de dos voces que se simultanean en una plática inusual. Un coloquio espontáneo del verso a la prosa o de la prosa al verso, según se quiera mirar. Un encuentro que se produce en ese espacio infinito en el se configura la vida.

Toma la palabra el verso por el simple hecho de que alguna tenía que empezar. Reta a la prosa y desde una barra sin nombre la lanza un guiño. Ella responde, y mirándole a los ojos desgrana verdades a las mentiras más hermosas. Se cautivan, se reconocen, y así comienza su plática: un téte a téte íntimo y personal.
La voz del poeta grave y concisa, a veces nostálgica, recorre la vida a golpe de rima para dejar sin pudor en cada estrofa y a través de lo cotidiano los retazos más recónditos de su alma. Su mirada de poeta ahonda en todo lo que le rodea buscando el latido de lo habitual para acompasarlo al suyo propio. El hombre absorbe y se sumerge en el mundo en el que se refleja y se proyecta. O puede que sea el universo el que se mire en el poeta, porque ser poeta es una forma de estar en la vida, y en Fran Picón, no se sabe dónde y cuándo muere el hombre para nacer el poeta.
El poeta vive en un verso permanente de rima imperfecta que da forma y construye a golpe de sentimientos. Se desangra en lo que escribe para parir sus poemas. Y así muere y resucita una y mil veces dejándose la piel y el alma en ello, y su impronta en todo lo que toca y respira.
Truman Capote dijo que el mayor placer de la escritura no es el tema que se trate, sino la música que hacen las palabras. La narrativa de Mayte Guerrero tiene esa musicalidad, una sinfonía que nos atrapa en un pentagrama emocional y poético. Su prosa directa y cercana, llena de lirismo, muestra su visión de aconteceres y sentimientos comunes a cualquier ser humano. Con un dominio de los tiempos, de las cadencias, incluso de los silencios que se mueven entre líneas, va desgranando historias en respuesta a la provocación del verso. La voz íntima y personalísima de Mayte ahonda en situaciones y expone sentimientos sin hacer concesiones, ni siquiera a ella misma, con toda naturalidad e incluso a veces con crudeza No enmascara para suavizar. Su prosa tiene el brillo y la dureza del diamante. Pero no está exenta de emoción, es poesía en estado sólido. Como el poeta incide en el ámbito más recóndito de sus personajes. Nos oculta su rostro para dejar a la vista su alma transparente.
Coincidamos con Michael MacCallian en decir que cada emoción tiene su voz y su respiración. Eso es lo que encontramos al asomarnos a las páginas de este libro: la emoción y la respiración de dos almas investidas con distintos ropajes, o quizás no tan distintos, que nos invitan a sumergirnos en la atmósfera emocional y poética de la vida. Un solo requisito es necesario para acompañarles, perder el miedo a conmovernos. Yo ya lo hice. ¿Y usted?

Felicitas Rebaque
Escritora